- Si observa a su hijo apagado, triste, sin ganas de hacer cosas, alejado del entorno o irritable.
- Si nota que diariamente lo pasa mal, no es feliz y no disfruta ni se divierte en compañía de otros niños de su edad.
- Cuando le resulta muy difícil relacionarse con los demás, es extremadamente tímido o retraído.
- Si el niño o adolescente no logra controlar el miedo al punto que lo domina o paraliza.
- Cuando tienen problemas en el aprendizaje, no le va bien en el colegio, le cuesta aprender o no logra centrar en clase ni a la hora de hacer los deberes.
- Cuando son víctimas de acoso o matoneo por parte de sus compañeros de colegio (bullying).
- Cuando rechaza intensamente ir al colegio al punto de generar niveles de estrés o ansiedad muy elevados.
- Si se muestran exageradamente ansiosos ante circunstancias que no lo ameritan, suelen ser muy impacientes o actuar sin tener en cuenta las consecuencias, interrumpir con frecuencia conversaciones o las actividades de los demás.
- Cuando ocurren situaciones en el hogar que pueden estar afectando al niño como mudanzas, separación de los padres, muerte de algún ser querido o mascota, el nacimiento o la partida de un hermano, etc.
- Ante terrores nocturnos.
- Si comienza de nuevo a hacerse chichí en la cama o en la ropa.
- Ante cualquier otra alteración de conducta inusual que le impida desarrollarse normalmente en el ámbito social.
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